Vía The Clinic – Emiliano Aguayo.
En su departamento de San Miguel, a ocho años de su ACV, a cinco de su despedida de los escenarios y a dos de su última entrevista en televisión, Jorge González conversa largamente y en exclusiva con The Clinic. Aquí repasa cómo vive el retiro, sus discos, su opinión de la inteligencia artificial, su legado y sobre la buena noticia que adelanta: está escribiendo nuevas canciones. “Siempre he pensado que si me muero, que los demás se las arreglen. Me da lata ver esos temas ahora. Tampoco nunca he creído mucho en el concepto de herencia”, señala sobre su legado en la conversación con el periodista Emiliano Aguayo, autor de los libros “Maldito sudaca” (2005) e “Independencia cultural” (2020).
Luego del año 2020, cuando lancé Independencia Cultural, mi segundo libro de conversaciones con Jorge González, pensé que nunca más tendría la oportunidad de entrevistarlo. Yo, al menos, no lo solicitaría, pues sentía que ya era abusar de su confianza. Y, aunque seguíamos a ratos escribiéndonos por Facebook, la relación músico–periodista volvió a hacer contacto personal a fines de 2023, cuando lo visité en su departamento de San Miguel.
Vestía deportivo, zapatillas, polera y buzo, y sus tres gatos merodeaban seguros por allí, mientras en el Smart TV corría YouTube con una selección de canciones de las películas de James Bond.
Lo visito un día temprano y al llegar comentamos algo del clima, como sobre el calor de ese día mientras hace notar la suerte que tiene de vivir en un departamento fresco, donde el sol no llega de manera intensa y hasta una brisa aparece, a ratos.
Jorge González se sienta en un sillón frente al televisor donde apila varios libros, y ofrecen algo que tomar y agradezco un té, que al rato nos sirven con trozos de queque y unas galletas dulces que nos acompañan en nuestra conversación para The Clinic.
La última entrevista extensa que dio fue hace más de dos años, en noviembre de 2021, a Eduardo Fuentes para Mentiras Verdaderas, de La Red. Pero, personalmente, no lo veía hace tres años, y cuando llegué una mañana de diciembre a su departamento, gozaba de una larga cabellera, como apareció en redes sociales el 6 de diciembre, día de su cumpleaños, junto a Cecilia Aguayo, una de sus amigas entrañables, y quien también fuera parte de Los Prisioneros durante los 90.
Fue ahí cuando acordamos vernos nuevamente y conversar con la grabadora encendida, casi 20 años después de comenzar esta linda costumbre que dio como primer fruto el libro Maldito Sudaca, el 2005, cosa que hicimos hace unos días, con un Jorge que ya no traía el pelo largo, sino corto y bien peinado.
El último contacto que se había hecho público había sido por Messenger, el día que falleció Carlos Fonseca, cuando el mismo Jorge González deseaba informar sobre su pesar y para ello me envió una pequeña frase y me dio libertad de publicarla donde estimara.
No habíamos conversado desde “Mis palabras de agradecimiento y cariño a Carlos, persona importantísima en mi desarrollo musical”, como me escribió ese día 6 de octubre de 2023, apenas se supo la lamentable noticia, que expuse en Futuro.cl y TVN.
“Qué pena. Yo le debo un montón a él”, reafirma ahora Jorge González sobre su excompañero de curso.
–En las noticias hablaron de él como el descubridor de Los Prisioneros, pero en rigor ustedes eran compañeros de curso en la Universidad de Chile. O sea, ambos estaban en una misma etapa. No es que él se haya topado con la banda en un bar.
–Es cierto. Al momento que él descubre a Los Prisioneros también se descubre a sí mismo, porque él no era manager, sino que se hace recién por nosotros.
–Con ustedes, él ve un potencial.
–Sí, Carlos fue inteligente, cachó que tenía que armar una escena. Tomó otros grupos después y yo lo molestaba. Le decía que perdía el tiempo, y él me respondía “Jorge, es importante que haya un movimiento”, y tenía razón. Él quería que pasaran cosas y que no estuvieran solo Los Prisioneros. Incluso, los cabros lo molestaban y repetían “que pasen cosas”, “crear espacios”. Así, con voz de Carlos. En definitiva, sin Carlos no habría sido posible nada de esa escena. Apoyó a muchos grupos.
Jorge González y su legado
–Sobre el legado de Los Prisioneros, Claudio Narea sale de gira con tus canciones y Miguel Tapia presentó Corazones en vivo hace un tiempo. ¿Sigues eso que han hecho?
–He visto en YouTube algunas cosas muy bonitas de Miguel porque, además, entre cada canción, me agradece. De Claudio no he visto nada ni le veré tampoco. En todo caso, el problema ahí es que ninguno de los dos canta tanto, aunque Miguel lo hace un poco mejor.
–Miguel Tapia ya cantaba en ¿Quién mató a Marilyn?
–Y Claudio en Chile cantó Lo estamos pasando muy bien, aunque tuvimos que regrabarla para Colombia, porque para afuera no servían las gracias de los niños. Tenía que ser un tema que pegara y para que eso pasara tenían que entender la letra, y estar cantado con onda. No bastaba con la simpatía.
–Además, Miguel Tapia estuvo contigo en Corazones.
–Sí, y es loco, porque mucha gente dice que Miguel no hizo nada ahí y nada que ver. Los discos no solo se hacen ni son un éxito porque están bien grabados, sino que también es importante la promoción y tocarlos harto en vivo. Ahí pueden convertirse en famosos. Y en eso, Miguel fue muy importante. Me arrastraba a todo, porque yo no quería saber nada. Desde ahí, y luego con mis primeros solistas, no quería saber nada de promoción y dejé varias cosas botadas. Y bueno, Cecilia Aguayo también fue un pilar importante en esa época.
–El legado, la historia, sigue ahí. Siempre aparece un cover, una película, un libro y series sobre Los Prisioneros.
-Sí, pero en alguna serie como Sudamerican Rockers yo aparezco tocando cebollamente Paramar cuando la estoy sacando, cual fogata en guitarra acústica. Y la verdad, fue nada que ver. Esa canción la toqué acústica recién en el Festival de Viña del Mar en 1991. Lo mismo cuando Las Cleopatras cantan Corazones Rojos en versión acústica, si siempre fue hecha con computador y sampler. O sea, quedo como un fogatero agilado y, la verdad, ya era un pionero en usar computación.
–Claro, se toman algunas libertades…
–¿Por qué los ricos? suena en el liceo el 82 y es del 86, cuando ya había salido hace rato de ahí. En otras partes, Jacqueline y yo peleamos re feo. O sea, si las cosas hubiesen pasado tal como lo muestran ahí, ¿seguiríamos siendo tan amigos hasta hoy? A propósito, la señorita que hace de Jacqueline trató de conocerla y la producción se lo prohibió. No querían la persona real, sino la caricatura, la que le conviene a la tele.
–¿Y entre ustedes como banda?
–También es feo cómo nos muestran, que nos tratamos mal entre nosotros, de forma violenta y despectiva, y nunca fue así. No fuimos esos pendejos pelotudos que quieren mostrar, pero no vale la pena enojarse. ¿Qué saco con reclamar? ¿Demandar? Ya se hicieron una caricatura de la banda, de mí. Y les sirve. Lo que da más lata es que cabros que siguen las canciones se creen esto y comentan cosas que dan pena, basadas en esas telenovelas.
–Kiss siempre se pintó, Robert Smith sigue con el mismo peinado. Hay un momento en que las caricaturas hasta se autoimponen. Ahí es look, pero de ustedes se formaron otras caricaturas, parece.
–Hasta había un artículo que hablaba de lo mal educado que yo había sido la noche de mi ACV, y yo lo leía y pensaba: “Chuta, ¿hay que ser bien educado cuando a uno le da un ataque?”.
–Posiblemente lo que pasó ahí es que la gente no tenía información.
–Sí, pero hay cosas que escribieron posterior a eso y tiraron mala onda igual.
–Hay que destacar que Los atletas de la risa, humoristas a quienes se les interrumpió el show en Nacimiento para que tú actuaras, nunca hablaron mal y mostraron mucho respeto por ti y la situación.
–Claro, con ellos nunca hubo mala onda. Son muy buenos caballeros. Es que son colegas y vieron que el otro colega se sentía mal y reaccionaron.
–A propósito de los tributos y homenajes, porque –aunque sean series medio teleseries– de alguna manera son homenajes: estos días aparece un nuevo vinilo con tu nombre en portada. Se trata de Epistolar, de Fiat600, el proyecto del ex Pinochet Boys Miguel Conejeros, donde colaboras. Ya había salido en casete y ahora viene remasterizado en nuevo formato.
–Está lindo, y con portada de Mauricio Garrido, mejor.
–A la vez, hay homenajes anónimos a tus obras, también, de gente que canta tus canciones.
–En lo musical, siempre es bonito. Lo que más me gusta es que en redes puse varios a capella de mis canciones, especialmente de Libro, y me he encontrado con hartos remixes de cabros que agarran el vocal y hacen una canción. Y me da orgullo, porque usan ese vocal para una obra nueva. Fantástico. Me da lo mismo si está bueno o malo, lo importante es que lo hicieron. Y, en general, están buenos, sobre todo una versión de Tren al sur en guaracha electrónica, con la voz de una niña (Dr. Stev & Erika Perdomo).
–Hace unos días veía una nota de Electrodomésticos y en la foto el único original era Carlos Cabezas. Y en ningún medio se preguntan mucho por Silvio Paredes o Ernesto Medina, a diferencia de Los Prisioneros sin Claudio Narea o Miguel Tapia.
–Porque ahí yo siempre tuve la intención que todos fueran famosos, como Los Beatles, aunque nuestra forma de trabajo, de componer, fuera diferente a la de ellos. De la puerta para afuera quería que nos viéramos como un frente, todos iguales. De hecho, por eso puse “Producido por Los Prisioneros” en los discos, cuando en realidad los producía yo solo.
–Si Bob Dylan fue Premio Nobel de Literatura, ¿por qué no Jorge González, que ha escrito himnos de la música popular chilena?
–Creo que con lo reconocido que estoy, a esta altura, está bien. No necesito más premios. ¿Qué significaría un premio?
–En Chile cuesta valorar al otro.
–Es un cacho recibir un premio. Tienes que vestirte para la ocasión, llegar, recibirlo, sacarte la foto, aparecer en el diario. Toda una lata.
–Recibiste el Premio Presidente de la República con Michelle Bachelet, que fue a recibir tu padre, pero luego sí tuviste un encuentro privado con ella.
–Eso fue como Los Simpson. Ambos éramos como personajes.
–Más allá de los premios, ¿cómo evalúas tu capacidad creativa?
–La verdad es que siempre consideré que tenía mucha facilidad para crear. Nunca me costó. Nunca tuve que sufrir para terminar una canción. Siempre fue muy sencillo y nunca me tuve que sacar la chucha para conseguir lo que conseguí, lo hice todo alegremente. Cuando estaba casado con Jacqueline (Fresard), por ejemplo, estaba re famoso, pero igual me tiraba las pelotas todo el día.
–¿No sufriste esa autoexploración creativa de buscar la solución a algo?
–No. Si algo no me resultaba a la primera, me daba cuenta que no era para mí. Aparte, está ese cuento que cuando uno está deprimido se vuelve más creativo y es mentira. Cuando uno está triste no quiere hacer nada. ¿Qué ganas te van a dar de tomar la guitarra? No quieres hacer nada.
–¿Y cómo te alimentabas creativamente a los 20 años? ¿Lecturas, cine, música?
–Creo que lo que me alimentaba más era lo que veía. La gente con la que hablaba, lo que me contaban. Eso fue siempre así, lo que estaba pasando y la gente alrededor.
–Pero tu carrera no solo ha sido música, sino también opinión política y social, y has tenido varios aciertos en tus análisis. Por eso pregunto…
–No, no es que estaba leyendo a Marx, precisamente, que podría ser un estereotipo. No es que yo un día haya dicho “Vamos, muchachos, luchemos por nuestras reivindicaciones, hagamos un grupo político”. No fue así, para nada. De hecho, al comienzo era otro tipo de letras, pero Miguel siempre se acuerda de cuando escuchó Cuánto vale el show y dijo que por ahí debería ir la cosa. Y por ahí fue. O cuando hice Brigada de negro y dije “esta huevada sí que es diferente, buena y sumamente atractiva, debería seguir por aquí”.
–¿Y sobre qué eran las letras antes?
–De amor y cosas así. Las típicas letras de todo el mundo. Yo encontraba que estaban OK, pero no estaban destacadas.
–Importante Miguel Tapia ahí.
–Sí, cachó y me lo dijo después. Es que con Miguelito veníamos tocando juntos hace rato. Claudio se incorporó recién cuando llegó la batería de verdad, cuando vio que la cosa venía en serio. Antes se reía un poco de nosotros, porque era como juego, aunque a él también le gustaba jugar, pero no tomaba la música en serio. No era su intención ser un músico profesional. De hecho, en su casa yo era mala junta, porque lo llevaba por el errado camino de la música.
–¿Sientes que como Jorge González fuiste más universal que Los Prisioneros? Lo digo porque tocaste, y no necesariamente temas de la banda, en Japón, Alemania o Inglaterra.
–Lo más cómico es que toqué en Chipre. Nunca me lo imaginé ni tenía idea cómo era. Y era muy bonito.
–Ahí te encontraste con el futbolista Sebastián González, “Chamagol”.
–Sí, simpático. Fuimos a comer y me impactó cuando me dijo que la gente pensaba que cualquiera llegaba y ganaba en Chipre, y había que sacarse la cresta igual. Que en todo el mundo juegan bien. Y tenía razón, porque en música es lo mismo. No vas llegar a un lugar y no van a tener equipos. En todos los lugares hay de todo y músicos increíbles. O sea, siempre hubo, pero tecnológicamente ahora está mucho más emparejada la cosa.
–A propósito de fútbol, en Los Updates hiciste canciones como Comprado en Europa, de esos jugadores que se van a un equipo europeo para ser banca.
–No sé, pero fue completamente desubicado hacerlo, porque a quién le iba a importar el destino de un jugador que va a Europa y no juega. ¿Quién va a ver mal que le estén pagando y no juegue? Yo lo veo mal, porque tener 23 años, estar en la cumbre de tu capacidad y no pisar la cancha, debe ser bien deprimente, pienso yo…
–Claro, pero forrándose…
–O sea, sí, con el billete en el bolsillo, pero no jugando. ¿Qué te importa más: jugar o cobrar? Como dice Marcelo Salas: el problema de los jugadores de ahora es que están pensando más en el tatuaje, en el auto y en el sueldo. No están pensando en el partido… Pucha que era bueno Marcelito. Tremendo jugador.
–Soy de los que me arrepiento de no haber seguido más la carrera de él, porque era del equipo rival.
–Cuando yo era chico el jugador bueno era bueno, no más, sin importar de qué club era. Yo era de la Unión Española, pero si jugaba Colo-Colo y representaba a Chile, yo lo apoyaba. No me gusta esa lógica argentina, que cuando juega Boca Junior los de River Plate quieren que pierda. Aunque represente al país, les importa más el equipo.
–Como cuando Colo-Colo fue campeón de la Copa Libertadores, todo el país celebró.
–Claro, yo también celebré. En Chile todavía te importaba el país, en esa época. Ahora importan más los equipos, también.
Los días de Jorge González revisitando discos
–El disco Las últimas composiciones, de Violeta Parra, volvió a las disquerías la última semana de noviembre, pero luego de los líos entre quien se supone es dueño de los derechos fonográficos y la familia. Tú, ¿cómo llevas eso?
–No sé. Yo siempre he pensado que si me muero, que los demás se las arreglen. Me da lata ver esos temas ahora. Tampoco nunca he creído mucho en el concepto de herencia. Yo nunca las tuve, en cuanto a lo económico. Espiritual sí, y muy grandes. Así que no veo eso.
–Pero, ¿hoy todo lo lleva tu hermano Marco, cierto?
–Sí.
–Este año se cumplen 40 años de La voz de los 80. ¿Cómo es la relación con tus discos?
–Todos tienen cosas distintas y valiosas. Y sobre el primero, ahí lo bueno es que todos los temas son parejos. En el segundo, los temas que son buenos son excelentes, como El baile de los que sobran o Muevan las industrias, y tiene otros que no son malos, pero no son tan buenos, como Independencia cultural…
–O sea, si Independencia cultural no es bueno…
–Claro, así y todo, es un tema que se lo pelearía cualquier otro grupo como single. De hecho, en ese disco quedaron fuera temas que también cualquier otra banda usaría de single. Corazones también tiene ese valor, que todos los temas son parejamente buenos, aunque haya sido el que más costó meter en las radios.
–Aunque hoy, por ser un disco súper valorado, se puede pensar que fue fácil sonar en las radios.
–Tuvo una prensa pésima. Recuerda que Claudio se fue diciendo que éramos unos vendidos y mucha gente compró esa huevada. Además, el rock en español, luego de los 80, había pasado de moda.
–¿Y el disco de la vuelta, de 2003?
–Está bueno. Tiene buenas canciones.
–Luego del retiro de los escenarios, ¿hay una mirada que haya cambiado de tu propia obra?
–Sí, me jodí una pata en un viaje a Valdivia y tuve que estar en cama como seis meses. Y ahí aproveché harto de ver YouTube, y escuché todos mis discos. Y no encontré ninguna canción que no me gustara, que dijera que es mala. Hasta el defenestrado Manzana lo encontré buenísimo.
–Manzana, que este año cumple 20 años, le gusta al fan, con buenas guitarras, con canciones más directas sobre sexo que en otros discos y baladas al nivel del primer solista. Y digo fan, porque el gran público, quizás, no alcanzó a escucharlo, pues aparece luego de la conferencia de prensa de los micrófonos y eso cargó al disco de una onda en su promoción.
–A veces veo posteos que dicen que Manzana es malo, pero seguro que cuando me muera van a escribir que “todo lo que grabó Jorge González era perfecto. Yo siempre lo dije”. Y ese disco, sí, fue bajado por los medios solo porque no estaba Claudio. Onda “estos no son Los Prisioneros”.
–Y el primer solista, del que renegaste justamente por el estilo de la promoción, pero también por algunas cosas musicales.
–Sí, pero lo escuché de nuevo un día que estaba donde mi papá y él puso el disco. Y yo le dije que para qué lo hacía y me dijo que porque le gustaba. Y tenía razón, lo escuché y está re bueno, en realidad.
–¿Qué redescubriste?
–Que los arreglos de violín que me cargaban antes, onda muy Hollywood, ahora me encantaron. Encontré que eran preciosos.
–Ese nivel de producción hoy es muy difícil.
–Pero también el nivel de personas con las que trabajé ese disco. Los músicos invitados, todos muy buena gente, muy caballeros y profesionales. Nadie se pegaba la quebrada. Por ejemplo, el ingeniero era seco y, de repente, dijo que no era tan bueno para grabar violines, así que iba a contratar a otro, pero que él lo iba a pagar, aunque Gustavo Santaolalla igual le dijo que él pagaba. Y trajo a otra persona. O sea, un gran nivel de seriedad. No sé si acá alguien diría que no sabe tanto. Hay que ser muy capo para decirlo.
–Y por esa decepción inicial con el primer solista haces luego un disco como diciendo que no te importaba la industria ni las ventas, con El futuro se fue.
–Ahí, de repente, miré para los lados y vi quiénes me acompañaban esos días. Y estaba Jacqueline, Mauricio Garrido, Vicente Ruiz, Verónica Vega, todos artistas. Gente que no pensaba producir plata con lo que hacían, entonces dije ¿quién soy? ¿Alguien que produce discos y vende o alguien que hace música porque hace música? Me vi como un artista. Y desde ahí en adelante no me iba a importar si vendía o no.
Y, claro, intencionalmente hice un disco que la EMI no pudiera promocionar. Les dije, además, que no hicieran videoclips, nada. Ninguna promoción. O sea, imposible que se vendiera. Me quería liberar del contrato y lo hice.
–Un contrato millonario.
-O sea, me quedaban dos discos más con ellos que me daban un montón de plata. A nivel económico y de fama me convenía mucho, pero lo hice igual, porque a nivel personal no. Me importaba, sobre todo, que yo tenía un hijo, y quería que él estuviera orgulloso de su papá.
–De todas maneras, no debe ser una decisión fácil.
–A mí me importaba mi música más que la plata. No puedo hacer un disco pensando en eso.
–El primer solista, pese a que quizás no lo querías escuchar tanto, seguro te lo encontraste en el taxi, en el almacén, pero El futuro se fue, quizás no. Entonces sí es una decisión personal de volver a escucharlo.
–Y lo encontré bueno, también. Y me acordé de cómo lo grabé y todo eso. Lo bien que lo pasé.
–Canciones totalmente menos radiales. Recuerdo que me hablaste que andabas en una onda de displacer, que no genere gozo.
–Claro, como en Nieve. Que fuera ambient, pero no agradable, sino inquietante. No todo tenía que ser obligatoriamente lindo. Recuerdo que estaba toda la onda del grunge, todos fuertes y rebeldes y yo dije: “Ya huevones, yo les voy a enseñar lo que es ser verdaderamente rebelde”. Por ejemplo, al comienzo, Cuánto aguanta un niño era con guitarra y batería y después le quité eso para que sonara más pesado aún. Al final, las voces solas eran más pelacables. Y resultó.
–Nunca te gustó el grunge.
–Pero, además, me pasó que había conocido unas discotecas en Berlín, donde sonaba mucho tecno y era todo como bonitista, y no me gustó. Yo pensaba que por qué tenía que ser todo lindo y agradable.
–En Mi destino ya vuelven las guitarras más rockeras.
–Sí, y recuerdo que el halago más grande que tuve ahí es que le mostré las guitarras a Álvaro Henríquez para que las hiciera él y me dijo que mis guitarras estaban increíbles, que él no podía hacer algo mejor, así que las dejamos así, no más. O sea, que te avale las guitarras él, no es poco. Y en vez de las guitarras, me dijo que mejor hiciéramos un tema juntos, así que se fue para mi casa e hicimos El viejo que bailaba el viejo estilo de baile.
–Entiendo que con Álvaro Henríquez hay canciones inéditas que podrían estar en alguna parte.
–Sí, pero no tengo idea. Ni sé dónde están esas grabaciones. Yo nunca guardé nada. Por ejemplo, todo eso que apareció en el disco Demos, es porque mi hermano Marco las guardó. De hecho, yo no tengo ningún disco de Los Prisioneros.
–Gonzalo Martínez es otro disco extraño en tu discografía. Y uno de tus favoritos…
–Todos mis discos me ponen orgullo, la verdad. Con Gonzalo Martínez me divertí mucho haciéndolo.
–Tu último disco de canciones fue Trenes.
–Y, quizás, ese no debí grabarlo. Creo que me entusiasmé demasiado con lo bien montado que había quedado el estudio, que estaba cantando muy bien y lo estaba pasando bien. Pero, igual ese disco fue hecho más a la fuerza. Tampoco quedó mal, pero faltan algunas cosas.
–Pero, a la fuerza tuya, nada externo, ¿no?
–Sí, mío. Estaba yendo al gimnasio, comiendo bien, tenía todo ordenado, estaba contento de grabar. Incluso, en ese tiempo, amigos me invitaban a fiestas y yo les decía que no, que estaba en mi disco…
–Me dices que estaba todo bien. ¿No sentías ya algo extraño que luego terminó en el ACV?
–Sí, me estaba dando de a poco, parece. Me costaba hacer algunas cosas. Por ejemplo, me costó mucho grabar los bajos. Tanto que le pedí a Jorge de la Selva que los hiciera.
–A ese nivel.
–No me daba la fuerza de la mano izquierda para apretar las cuerdas.
–Claro, eso fue muy poco antes.
–Grabé el disco, un cover de All by myself, de Eric Carmen, y me vine a Santiago. Ahí sí se nota que tengo la voz mala.
–Ya te sentías un poco mal.
–Un resfrío, algo así, y no era nada de resfriadito. Pasa que no soy nada de hipocondríaco. Siempre pienso que todo va a pasar solo. Y no siempre es así. Pero, dentro de todo, ¿qué sacaba con urgirme, si me iba a dar el ataque, igual? Si va a pasar algo malo, ¿cuál es el sentido de pasarlo mal antes?
Música chilena
–¿Qué te parecen las vueltas de Los Bunkers o de Los Tres? De Los Tres originales, digo, porque el proyecto no desapareció totalmente.
–Deben estar sonando bien, son buenas personas, buenos cabros. El Titae es lo máximo.
–Los Bunkers siempre hablan bien de ti cuando los recibiste en México.
–Ellos también me han tratado muy bien.
–El trap, la música urbana, pareciera que no deja ver a los hacedores tradicionales de canciones.
–Yo dejé de escuchar radio hace muchos años. Volví a hacerlo cuando me jodí la pata. Y mi polola de esos días me llevó una radio a pilas a la pieza donde estaba internado. Y ahí caché que todos los días tocaban unas seis canciones mías, y dos de ellas del primer solista, Mi casa en el árbol y Fe, clavadas, y no tocaban a Soda Stereo, Charly García o GIT… Y, aparte del orgullo, ahí caché que los cheques por derechos de autor que me llegan no eran broma.
Y, al parecer, las van a seguir tocando, porque hay canciones que están de moda y ya nadie las quiere escuchar. ¿Quién quiere escuchar de nuevo La Macarena?
–Y la música urbana chilena, que no nace de los sellos ni de la industria…
–Me parece bien. Algunos defenestran al trap y al reggaeton porque dicen que hablan de sexo, de pistolas, de violencia, de muerte. Pero, ¿no será esa la vida que le tocó a estos cabros? ¿No estarán hablado de su realidad? ¿No será ese el mundo de ahora y no lo queremos ver? O sea, algunos no lo quieren ver. Yo lo veo. Y si es incómodo, pucha, es un problema, pero no de ellos.
–¿Sientes que la década musical de tus inicios fue buena?
–Sí, estuvo bien. Aunque, a veces me pregunto: ¿Qué habría pasado si en vez de invasión argentina hubiese sido española? Si en vez de GIT hubiese llegado Alaska; en vez de Soda Stereo, Siniestro Total; en vez de Charly García, Golpes Bajos, ¿qué habría sido de nuestra música?
–He escuchado a Loquillo estos días.
–¡Bueno! “Avenida de la luz, el desierto empieza aquí”. Súper Barcelona él. A mí me encanta toda esa música española de esa época. Todos éramos fanáticos. Las letras de Siniestro Total eran geniales. Esa época es buena, pero me pregunto también: ¿Cómo llegamos de Siniestro Total a Amaral? O, a propósito de Argentina, ¿cómo de Gardel a Charly García?
–La música argentina fue un bastión, una influencia, y eso hoy se ve menos.
–Hace años que ya no exportan. Perdió relevancia, se volvió local.
–¿Qué escuchas hoy?
–Rhythm and blues, principalmente. Bo Diddley, The Weeknd, esas cosas.
–¿Y chilenos?
–No me ha llegado tanto en el último tiempo. Ahora estuve escuchando a un cabro que se llama Diegors, que hace música electrónica. Resulta que la señora que me hace kinesiología es tía del Diegors, y me dijo que tenía un sobrino que hacía música y le dije que me enviara algo para conocerlo, y cuando me llegó caché que yo era fanático suyo. Ya había recibido sus discos en México. Allá me llegaba mucha música de gente que estaba empezando.
Inteligencia artificial
–Kiss se acaba de despedir de los escenarios, a la vez de anunciar que pronto regresarán, pero convertidos en avatares.
–Yo creía que siempre eran avatares de Gene Simmons, Paul Stanley y los otros, ya desde la partida. Como que nunca fueron personas de verdad.
–De todas maneras, esto abre posibilidades. Lo de Kiss, por ejemplo, se puede montar un show con el pago de licencias de imágenes virtuales, no de los artistas reales.
–Sí, y un empresario pagaría los derechos de imágenes al comienzo. Luego, ya ni lo hará. O lo hará solo una vez y usará la tecnología varias veces.
–Entonces, hay un peligro en la inteligencia artificial, pero también puede ser un apoyo en otras áreas.
–Yo usé harto en Berlín un traductor de internet, aunque traducía literal y no servía en serio, pero es obvio que lo van a mejorar con el tiempo. ¿Llegará a traducir poesía? Eso es bien difícil, pero nada parece imposible hoy. La verdad, yo creo que todo eso está por verse. Por ejemplo, dicen que ahora con la robótica un empleado va a poder rendir el doble, pero a la vez, ¿qué van a hacer los patrones? Van a echar a la mitad de los empleados y los que se quedan cobrarán lo mismo, cuando lo que debieran hacer es facilitar la vida de esos trabajadores, darle más horas libres, que trabajaran menos. Y nada de eso va a pasar, porque esto no está montado con ese criterio.
–Todo esto trae nuevas preguntas…
–Sí, como ¿quiénes somos? Cuando lo virtual sea igual a la realidad. Y ya, seguramente, en algunos ámbitos, está pasando.
–Con la inteligencia artificial escuchamos a Cerati cantar canciones tuyas y viceversa. Hace unos días, Bad Bunny se enojó con un productor chileno que usó su voz para generar una colaboración no autorizada.
–Yo creo que Bad Bunny, antes que la inteligencia artificial, prefiere la estupidez natural.
–Es todo un tema la inteligencia artificial unida a las fakenews, pues realmente puede inducir a engaño, sea en joda o para una acción delictual, como la suplantación digital, por ejemplo.
–O sea, en Estados Unidos acusaron a un padre de pedofilia con un video falso, y el tipo estuvo una semana preso antes que se comprobara que no era real. En la India o Pakistán, algo así, hicieron un video donde mostraban a una etnia matando niños de otra tribu en la calle y, en venganza, los otros hicieron lo mismo. Lo peor es que el video era falso. Al menos, hoy se puede probar lo falso, si lo revisas bien. Pero, puede llegar el momento que no sea así, que sea indistinguible. Y ahí sí que hay un problema.
Se pueden escribir guiones con inteligencia artificial en la onda de… Los actores se pueden digitalizar, los cantantes, los directores de arte, etcétera. Es cosa de digitalizar sus estilos.
Todo se podrá reemplazar en el entertainment. Perdón que use la expresión inglesa, pero no hay equivalente en castellano y esta industria es invento yankee. Y, también, qué feo ser llamado un entretenedor, pero eso hacen la gran mayoría de las bandas y solistas. Distraen, entretienen. Aparte, todo ahora es entertainment. Las noticias, la política…
–¿La política?
–No gana las elecciones el que presenta el mejor plan de gobierno, sino el más taquilla. El más entretenido. El payaso más chistoso. No lee las noticias el periodista más informado, sino el más entretenido.
–Ahora los contratos, las licencias, incluso, dicen sobre los derechos de “grabación, ejecución, publicación, proyección, presentación, edición, adaptación, modificación, traducción, reproducción, transmisión y/o de retransmisión de las obras, en Chile y el extranjero, sea que se emitan o difundan por cualesquiera clases de sistemas de comunicación al público análogos o digitales, o por cualquier otro medio conocido o que se conozca en el futuro”. ¡Que se conozca en el futuro!
–Claro, así es. Uno no saca nada con tener una opinión al respecto, ni a favor ni en contra, porque lo van a hacer igual, no más. Ahora, a veces esto de la inteligencia artificial, también, es algo de chamullo aún, porque el ChatGPT se supone que es todo automático, artificial, pero parece que aún hay humanos respondiendo, pero como hay contratos de confidencialidad, no pueden decir que trabajan para Facebook, por ejemplo.
–Pero, desde el punto de vista más positivo, la tecnología hoy permite hacer un videoclip con mucho menos dinero que cuando a ustedes les tocó hacerlos.
–Aunque Los Prisioneros nunca tuvimos tanto dinero para hacer videos. En Sexo, por ejemplo, les dije que lo hiciéramos en mi casa, no más, porque aprovechábamos de mostrar que éramos un grupo casero y nos ahorraríamos la locación. Yo no estoy en condiciones, de Libro, que dirigió Maximiliano Mellado, es en su casa. Le dije que ahí era perfecto.
–100 años también está grabado en una sola locación, al aire libre, también con Maximiliano Mellado.
–Sí, es un laguito cerca de Berlín.
–Quizás en Corazones hay más presupuesto.
–Tren al sur, sí, pero igual es un lugar que se podía usar gratis, porque es la estación de trenes. En Corazones rojos hay un poco más de producción.
–Y cuando vuelven, para Ultraderecha, por ejemplo, también, aunque entiendo que no te gustó el resultado.
– Ahí sí le pasó un montón de plata al cabro que dirigió (Carlos Moena) y se hizo un video muy malo. La idea era nosotros tocando ante un montón de niñas bonitas para que la gente dijera “si voy a un concierto de Los Prisioneros, voy a estar rodeado de mujeres bonitas”, y él lo tomó como que la gente debía ser facha y puso a unos cabros levantando la mano como nazis y eso no calienta a nadie para ir a un concierto. Y en un lugar chico y oscuro. La verdad, no sé en qué se gastaron esa plata. En esa época, la verdad, se farreó un montón de guita. Cuando hay mucha plata siempre pasa eso.
Política
–¿Qué te ha parecido Gabriel Boric como Presidente?
–No tengo opinión, la verdad. No se puede saber lo que hace un presidente, solo lo que dice la prensa de lo que hace y ahí hay un solo color: verde dólar.
–Es fanático de tu obra.
–Algo me han dicho.
–Entiendo que fuiste a votar por el nuevo plebiscito constitucional.
–Me parece chistoso ya las dos constituciones. ¿Para qué? Si los que mandan igual van a hacer lo que quieran.
–En el primer proceso llamaste a votar “A Favor”.
–Y la de ahora ya ni sé qué decía. Al final era entre derecha y ultraderecha. Entre Guatemala y Guatepeor. La verdad, ya no creo en la política. Pero sí pensé alguna vez, cuando comencé con Los Prisioneros, que por medio de ella se podía cambiar todo, aunque ya luego me di cuenta que no se podía cambiar nada.
–Hace unos días el Presidente Boric criticó a los matinales de televisión, indicando que solo se quedaban en el reporteo de las malas noticias, no de las buenas.
–En el caso de los diarios y le tele, no se trata de vender, porque la verdad, ellos no ganan plata ahí, porque son solo elementos de propaganda. La gente lee buenas o malas noticias igual. O sea, el público ya está cautivo, podrían ver solo noticias buenas, pero el tema es que dan más noticias malas para aumentar los presupuestos de las policías y lograr más permisos para vigilar. Y, de pasada, tener a la gente angustiada, pasar publicidad y que la gente consuma más para sentirse mejor.
–Has dicho que en los 80 había un enemigo claro y que luego con la llegada de la democracia eso ya fue menos claro. La mentira ya es menos evidente, dice el filósofo esloveno Slavoj Žižek.
–Es que parece que ya no había un enemigo, pero el sistema era el mismo. Claro, antes estaba Pinochet y eso era claro, pero luego también quedó al descubierto que el enemigo, finalmente, era el sistema.
–Visto así, lo que llegue nuevo entrará al sistema y ya sabemos qué función cumplirá. Žižek habla sobre el capitalismo, donde dice que tiene ratos de “buenismo” para seguir siendo igual.
–Los fanáticos del capitalismo dicen que la naturaleza humana es así, que uno es competitivo. José Mujica, expresidente de Uruguay, en una entrevista decía que el hombre no nació para trabajar, que era un invento, que al hombre no le gusta trabajar, sino que la joda.
–Hoy, el mismo sistema da espacio al ecologismo, a la cultura light para cuidarse, pero solo es para que piensen que cambia, pero no pasa nada. Hasta da la libertad de criticar el sistema desde un iPhone, con toda la precariedad laboral que hay en su fabricación…
–Sí, eso se veía venir. Y todo indica, con inteligencia artificial mediante, que seguirá igual.
–Es muy divertido Žižek, no es el típico filósofo de oscuro, serio.
–Así, meciéndose la barba. Es que así era antes, como Arthur Schopenhauer. Aparte, su inglés es más extraño, porque es esloveno. “And so on and so on” (etcétera), tiene esa muletilla.
–Critica el buenismo de la nueva izquierda, además.
–Yo no tengo mucha opinión. Siento que los partidos políticos hoy son como equipos de fútbol. Puras rivalidades, Colo-Colo y Universidad de Chile. Todos quieren meter el gol, no más, pero son lo mismo.
–Hay una crisis política en la figura presidencial, también. Antes elegías a uno y respetabas su periodo, 4, 6 años. Hoy eliges medio convencido, pero ya a los dos años le quitas el piso. Pasa como con los éxitos musicales actuales, más desechables.
–Es que hoy todo es más rápido. Parece que todo fuera más grande, pero a la vez todo dura menos.
Lecturas
–Entiendo que estás leyendo harto.
–Leí hace poco los cuentos de Woody Allen, que nunca fue santo de mi devoción en las películas, porque hablaban mucho y, para mí, las películas que hablan y hablan son libros actuados. Como esas películas francesas antiguas que hablaban y hablaban, más encima en francés. Una película, para mí, es con explosiones, con botes que arrancan, animales que hablan y todo eso. Y este libro de Allen sí me gustó, entretenido.
–¿Y chilenos?
–Estuve leyendo Llora corazón, de Marisol García, que me gustó mucho y el que escribió Anita Tijoux, que está bueno, igual. La venganza de las cautivas, de Carmen Gloria López, excelente. Algo de Dostoievski y una antología de cuentos rusos. Mestiza, igual, de Patricia Cerda, donde dice que todos los inmigrantes del barrio alto ahora se creen la muerte, cuando todos los que llegaron acá fueron soldados busca fortunas que no tenían qué comer y ahora se creen aristócratas.
De hecho, muchos expresidiarios vinieron a América. Así se conquistó Chile, donde llegaron los peores. ¿Para qué iba a venir un millonario de verdad, si allá estaban bien? Realmente, los que vinieron, fue a hacerse la América y la hicieron.
Leí, también, una biografía de Jimmy Hendrix, que su música no me gusta mucho, media latera, pero su vida fue muy interesante, y eso lo mata. Me llamó la atención que todo el mundo dice que lo mató la droga. Pero lo mató la presión. Todos querían que siguiera y siguiera teniendo éxito. Eso mata a muchos gringos. Por ejemplo, leí un artículo que hablaba de varias celebridades famosas de Estados Unidos que están deprimidas, solitarios, sin poder salir a la calle, y cuando lo hacen los persiguen. O sea, salir a comprar el pan significa que les pidan no sé cuántas selfies.
–¿Tú has vivido eso?
–Lo viví y no me gustó. Ha sido agradable dejar de ser famoso, la verdad. Económicamente no es tan brillante, pero ¿para qué necesito tanta plata? Aunque me siguen llegando derechos de autor y sin la obligación de vender discos.
El retiro y nuevas composiciones
–Lucy, Techa y Cielo se pasean en todo momento por el departamento, son tus regalones. Siempre te gustaron los gatos.
–La Cielito ya tiene 20 años y la heredé. Era la gata de mi mamá, su yunta.
–Me contabas hace unos días que mirándolos a ellos te diste cuenta que la vida puede ser más simple.
–Claro, yo los miraba a ellos, que solo están, que caminan, que duermen, que hacen sus necesidades. Desde ahí, esa lógica la tomé como ejemplo. A veces, hay que estar, no más, disfrutar el descanso, no siempre estar haciendo. Además, ya hice harto.
–A propósito, entiendo que te ha interesado Byung-Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano que habla de La sociedad del cansancio.
–Claro, gente que piensa que se está realizando, pero que se está autoexplotando.
–Y lo dice porque asume que el negativismo anterior nos decía que había cosas que no podíamos lograr. En cambio, el positivismo actual nos dice que todo se puede, que si te esfuerzas lo logras.
–Eso es mentira. Esa huevada gringa del “tú puedes hacer lo que quieras” es puro cuento. Es como eso de “eres pobre porque quieres”. Yo quería ser futbolista y no podía. Ese esfuerzo por lograr un objetivo económico, muchas veces, repercute en tu calidad de vida. Es un engaño y una especie de locura, a la vez, porque luego viene la frustración de sacarse la cresta y quedar donde mismo, porque no es tan fácil pasar de pobre a rico. El rico, en realidad, es hijo de rico.
–Futbolistas que se retiran se convierten en entrenadores o músicos en productores. Buscan la emoción del gol o el aplauso del público en ámbitos similares. ¿Cómo llevas tú el retiro? ¿Cuál crees que es tu función como músico retirado?
–Mi filosofía acá es “fue bueno mientras duró”. Y como músico, hoy mi función es escuchar música.
–Pero, ¿no escribes letras, por ejemplo?
–Sí, estoy escribiendo nuevas letras…
–¿Para ti?
–Para Adán Fresard, hijo de Jacqueline. Yo escribo, no hago melodías. Él hace la música.
–¿Se puede escuchar?
–No, aún no se ha publicado nada.
–Asumo que no hay ambiciones mayores, él hace música menos comercial.
–Sí, el desplome de la industria fue lo mejor que le pudo pasar a la música. Los cabros están tocando por gusto, no con la ilusión que va a pasar una limosina a buscarte y te va a llevar a un hotel. Eso ya no existe. Y si existió alguna vez, no sirvió de nada.
Habla Adán Fresard: “Jorge ha sido un mentor clave para impulsar conceptualmente esta obra”
Está al frente del proyecto ASMRBRUJO, del sello Fisura, y ya editó Maximalismo en 2022 (disponible en casete) y espera sacar su próximo segundo disco este año o ya, más bien, en 2025. Mientras, trabaja en la música para las letras que escribe el exlíder de Los Prisioneros.
Adán es hijo de Jacqueline Fresard, primera esposa de Jorge González y quien hasta hoy es una de sus mejores amigas, tanto que lo visita a diario y le lleva libros para que lea.
“Jorge se lee un libro por día, a veces. Me hice socia del BiblioMetro para traerle varios cada vez”, cuenta Jacqueline.
A sus 29 años, Adán lleva varios dedicados a la música, “pero no fue hasta mi primer disco solista Maximalismo cuando Jorge me lo comentó y fue ahí, de alguna manera, que concretamos colaborar”.
Sobre el proceso creativo, indica que “ha sido curioso por el timing, ya que he estado armando desde 2022 un equipo de producción para una eventual secuela”.
–¿Cómo ha sido el formato de trabajo?
–Algunas de las piezas más experimentales que he producido en mi vida llegaron a Jorge y luego han tomado una estética bastante especial, en sintonía a las letras escritas por él, pero además ha sido un mentor clave para impulsar conceptualmente esta obra. Tiene una gran experiencia y talento.
–¿Cómo esperas el resultado?
–Sin entrar en muchos detalles, solo sé que es una hazaña tecnológica y logística de proporciones ridículas.
–¿Y de qué hablan las letras?
–Hay una canción especial sobre mi gato, por ejemplo.
–Si tu música es más bien piola, no tan radial, ¿cómo se viene este proyecto?
–Son canciones de radio, electrónicas, con guitarras pesadas, busca la mezcla de géneros. Podría decir que va un poco más hacia el rap industrial.
–¿Qué formato tendrá? El anterior tuyo es digital y en casete.
–Me cuesta el formato físico. Día por medio me opongo en su totalidad al concepto de lo físico. Pero algo planeo al respecto.
–¿Y cómo es tu formato en vivo hoy?
–Antes era más rock, pero ahora estoy con alguien que tira secuencias y toca el bajo, que es más hip hopero.