VIOLETA PARRA: A 55 AÑOS DE SU PARTIDA

Tenía 49 años cuando se suicidó en su carpa de La Reina de un disparo en la cien, pocos meses después de la grabación de “Las últimas composiciones”, el disco más popular de su obra. Nunca sabremos qué fue lo que sintió Violeta Parra ese domingo 5 de febrero de 1967, lo que sí sabemos, es que nos dejó una obra valiosísima para el imaginario popular latinoamericano.
Hija del “linaje plebeyo” de los Parra, como afirma un periodista chileno, Violeta explicó los motivos de su suicidio en una carta que sólo los ojos de su hermano, Nicanor, han leído, seguramente conmocionados.
“Me falta algo, no sé qué es. Lo busco y no lo encuentro, seguramente no lo hallaré jamás”, le había dicho una semana antes a un periodista. Luego Nicanor expresaría su dolor en su poema Defensa de Violeta Parra:

“Yo no sé qué decir en esta hora /La cabeza me da vueltas y vueltas /Como si hubiera bebido cicuta / Hermana mía. /Dónde voy a encontrar otra Violeta / Aunque recorra campos y ciudades / O me quede sentado en el jardín/ Como un inválido.”

Los aportes de Violeta Parra a la música latinoamericana son importantísimos. Ella es, junto a nombres gigantes como el de Atahualpa Yupanqui, Victor Jara , entre muchos otros, un punto de referencia, un color más, inseparable, inolvidable, a la hora de pensar en este lenguaje tan nuestro, tan de adentro, tan de un amor interno a las guitarras, a los sentimientos arraigados y reales de nuestras tierras jóvenes, con fuertes ganas de decir lo suyo.
Ella casi es dueña de un estilo, en cuanto a letras y música, en el que, a pesar de claramente beber de sus tradiciones chilenas, igual tiene la capacidad de establecerse ella sola, con un modo de hacer canciones propio, con una cierta tristeza que no peca de caer en lo serio aburrido, y más bien tiene implícita una locura, un deseo de romper los esquemas, de obviar las obviedades, de odiar a las matemáticas y amar a los remolinos, como ella misma decía.

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